Al final de la edad media Europa vivia presa del miedo a la muerte. Las pestes, principal causa de la mortalidad, hacían parte de la realidad cotidiana y eran consideradas como castigo por los pecados cometidos. Ante esto la iglesia ofrecía como solución para salvar el alma pagar indulgencias, es decir dar un aporte económico a la iglesia para obtener el perdón los pecados.
El cuestionamiento que se le hacía a la iglesia se vio influenciado por el espíritu renacentista y humanista de entonces, que determino una nueva manera de interpretar el mundo a través del uso de la razón y del examen crítico de las cosas.
Todo lo anterior produce el desprecio de la Iglesia Católica y de sus jerarcas y da origen a una serie de movimientos de protesta y reforma encabezados por monjes y teólogos. Estos movimientos terminaron con la división del catolicismo y el surgimiento de varios cultos cristianos.
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